La lengua castellana mantiene la antigua declinación latina y uso de los casos latinos en los pronombres personales y la evolución de la lengua castellana tiende a la eliminación total de los casos latinos, reflejo que tenemos en la tendencia a suprimir la diferencia de funciones entre el complemento directo y complemento indirecto por medio del género.
Esto se traduce en el uso de "la" y "las" en función de complemento (objeto) indirecto; cuando el referente es femenino en vez de "le" y "les".
Cuando un "laísta" dice: La pegué, un no "laísta" entiende que "la cosa" referida fue pegada (con un adhesivo) y no "golpeada", que es lo que el "laísta" quería decir.[1]
El "le" indirecto es ambiguo; para quitar la ambigüedad utilizamos un segundo pronombre con preposición: Dale un beso, a ella (a él).
La Real Academia de la Lengua Española condenó el laísmo en 1796.
miércoles, 2 de junio de 2010
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